Historia de la Devoción al Sagrado Corazón de Jesús



La devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, cuando se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. La devoción está por encima de otras devociones, porque veneramos al mismo Corazón de Dios.
Pero fue Jesús mismo quien en el Siglo XVII en Paray-le-Monial, Francia, solicitó a través de una humilde religiosa, que se estableciera definitiva y específicamente la devoción a su Sacratísimo Corazón.
El 16 de Junio de 1675 se le apareció Nuestro Señor y le mostró su Corazón a Santa Margarita María Alacoque. Su Corazón estaba rodeado de llamas de amor, coronado de espinas y con una herida abierta de la cual brotaba sangre y, del interior de su Corazón salía una cruz.

Santa Margarita escuchó a Nuestro Señor decir: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y en cambio, de la mayor parte de los hombres, no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este Sacramento de Amor”. Con éstas palabras Nuestro Señor mismo nos dice en qué consiste la devoción a su Sagrado Corazón.
Dos son pues los actos esenciales de ésta devoción: “Amor y Reparación”. Amor por lo mucho que Él nos ama. Reparación y desagravio, por las muchas injurias que recibe, sobre todo en la Sagrada Eucaristía.




Las dos biografías de los elegidos del Señor para conocer y difundir en el mundo LOS SECRETOS de su“SAGRADO CORAZÓN”
Santa Margarita María Alacoque, depositaria de las Revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús y San Claudio de La Colombière: Propagó el amor al Sagrado Corazón de Jesús, tal como lo recibió de la vidente Margarita.

SANTA MARGARITA MARÍA ALACOQUE

Margarita nace el 22 de Julio de 1647 en el pequeño pueblo de Lautecour, en Francia, siendo la menor de cinco hermanos. Su padre Claudio Alacoque, era juez y notario y su madre era Filiberta Lamyn.

El párroco Antonio Alacoque, que era tío suyo, la bautiza a los tres días de nacida. Ella dice en su autobiografía que desde pequeña le concedió Dios que Jesucristo fuera el único dueño de su corazón y un gran horror al pecado, de manera que aún la más pequeña falta, le resultaba insoportable.

Un Voto de Castidad

Siendo todavía una niña, un día en la elevación de la Hostia Santa en la Misa, le hizo a Dios la promesa de mantenerse siempre pura y casta. Aprendió a rezar el Rosario y lo recitaba con especial fervor cada día y la Virgen Santísima le correspondió librándola de muchos peligros.

La llevan al Colegio de las Clarisas y a los 9 años hizo su Primera Comunión. Dice: “Desde ese día, el buen Dios me concedió tanta amargura en los placeres mundanos que aunque, como jovencita inexperta que era, a veces los buscaba, me resultaban muy amargos y desagradables. En cambio encontrabas un gusto especial en la oración”.

Vino una enfermedad que la tuvo paralizada por varios años; pero al fin se le ocurrió consagrarse a la Virgen Santísima y ofrecerle propagar su devoción y poco tiempo después Nuestra Señora le concedió la salud.

Era muy joven cuando quedó huérfana de padre, entonces la mamá de Don Claudio Alacoque y dos hermanas de él, se pasaron a la casa y se apoderaron de todo y la mamá de Margarita y sus 5 hijos se quedaron como esclavizados. Todo estaba bajo llave y sin el permiso de las tres mandonas mujeres no salía nadie de la casa. Así que a Margarita no le permitían ni siquiera salir entre semana a la iglesia y la regañaban continuamente. Ella se retiraba a un rincón y allí rezaba y oraba.

En medio de tantas penas, le pareció que Nuestro Señor le decía que deseaba que ella imitara lo mejor posible en la vida de dolor al Divino Maestro que tan grandes penas y dolores sufrió en su Pasión y Muerte. En adelante, a ella no sólo no le disgusta que le lleguen las penas y dolores sino que acepta todo esto con el mayor gusto por asemejarse lo mejor posible a Cristo sufriente. Y lo que más le hacía sufrir, era ver cuán mal y duramente trataban a su propia madre, pero ella le insistía a su mamá a que ofrecieran todo esto por amor a Dios.

Una vez su mamá se enfermó tan gravemente de Erisipela que el médico diagnosticó que aquella enfermedad ya no tenía curación. Margarita fue entonces a asistir a la Santa Misa por la salud de la enferma y al volver, encontró que la mamá había empezado a sanar de manera admirable e inexplicable.

Lo que más le atraía era el Sagrario donde está Jesús Sacramentado en la Sagrada Hostia. Cuando ibas al templo, siempre se colocaba lo más cerca posible al altar, porque sentía un amor inmenso hacia Jesús Eucaristía y quería hablarle y escucharle.

A los 18 años, por deseo de sus familiares, empezó a arreglarse esmeradamente y a frecuentar amistades y fiestas sociales con jóvenes. Pero esos pasatiempos mundanales, le dejaban en el alma una profunda tristeza y su corazón deseaba dedicarse más a la oración y a la soledad, ... pero la familia le prohibía todo esto.

El demonio le traía la tentación de que si se iba de religiosa no sería capaz de perseverar y tendría que volverse a su casa con vergüenza y desprestigio. Rezó a la Virgen María y Ella le alejó éste engaño y tentación y la convenció de que siempre la ayudaría y defendería. Un día después de comulgar sintió que Jesús le decía: “Yo soy lo mejor que en esta vida puedes elegir. Si te decides dedicarte a mi servicio, tendrás paz y alegría. Si te quedas en el mundo, tendrás tristeza y amargura”. Desde entonces decidió hacerse religiosa, costara lo que costara.

En el año 1671 fue admitida en la comunidad de La Visitación fundada por San Francisco de Sales. Entró al convento de Paray-le-Monial y una de sus compañeras del noviciado dejó escrito: “Margarita dio muy buen ejemplo a las hermanas por su caridad; jamás dijo una sola palabra que pudiera molestar a alguna y demostraba una gran paciencia al soportar las duras reprimendas y humillaciones que recibía frecuentemente”.

La pusieron de ayudante de una hermana que era muy fuerte de carácter y ésta se desesperaba al ver que Margarita era tan tranquila y callada. La Superiora empleaba métodos duros y violentos que hacían sufrir fuertemente a la joven religiosa, pero esta nunca daba muestras de estar disgustada. Con esto la estaba preparando Nuestro Señor para que se hiciera digna de las revelaciones que iba a recibir.

El 27 de diciembre de 1673 se le apareció por primera vez el Sagrado Corazón de Jesús. Ella había pedido permiso para ir los jueves de 9 a 12 de la noche a rezar ante el Santísimo Sacramento del altar, en recuerdo de las 3 horas que Jesús pasó orando y sufriendo en el Huerto de Getsemaní.

De pronto se abrió el sagrario donde están las Hostias consagradas y apareció Jesucristo como lo vemos en algunos cuadros que ahora tenemos en las casas. Sobre el manto, su Sagrado Corazón rodeado de llamas y con una corona de espinas encima y una herida. Jesús señalando su Corazón con la mano le dijo: “He aquí el corazón que tanto ha amado a la gente y en cambio recibe ingratitud y olvido. Tú debes procurar desagraviarme”.

Nuestro Señor le recomendó que se dedicara a propagar la devoción al Corazón de Jesús, porque el mundo es muy frío en amor hacia Dios y es necesario enfervorizar a las personas por este amor.

Durante 18 meses el Corazón de Jesús se le fue apareciendo y le pidió que se celebrara la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús cada año el Viernes de la semana siguiente a la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo. (Corpus)

El Corazón de Jesús le hizo a Santa Margarita unas promesas maravillosas para los que practiquen esta hermosa devoción. Por ejemplo: “Bendeciré las casas donde sea expuesta y honrada la imagen de mi Sagrado Corazón. Daré paz a las Familias. A los pecadores los volveré buenos y a los que ya son buenos los volveré santos. Asistiré en la hora de la muerte a los que me ofrezcan la comunión de los primeros Viernes de cada mes para pedirme perdón por tantos pecados que se cometen”, ... etc.


Margarita le decía al Sagrado Corazón de Jesús: “¿Porqué no elije a otra que sea santa, para que propague estos Mensajes tan importantes? Yo soy demasiado pecadora y muy fría para amar a mi Dios”. Jesús le dijo: “Te he escogido a ti que eres un abismo de miserias para que aparezca más mi poder; y en cuanto a tu frialdad para amar a Dios, te regalo una chispita del amor de mi Corazón”.

Y le envió una chispa de la llama que ardía sobre su Corazón, y desde ese día la santa empezó a sentir un amor grandísimo hacia Dios y era tal el calor que le producía su corazón que en pleno invierno, a varios grados bajo cero, tenía que abrir la ventana de su habitación porque sentía que se iba a quemar con tan grande llama de amor a Dios, que sentía en su corazón. (Ojalá Dios nos diera a nosotros una chispita de esas!)

Nuestro Señor le decía: “No hagas nada sin el permiso de las Superioras. El demonio no tiene poder contra las que son obedientes”.

Margarita enfermó gravemente. La Superiora le dijo: “Creeré que sí son ciertas las apariciones de que habla, si el Corazón de Jesús le concede la curación”. Ella le pidió al Sagrado Corazón de Jesús que la curara y sanó inmediatamente. Desde ese día su Superiora creyó que sí en verdad se le aparecía Nuestro Señor. Dios permitió que enviaran de capellán al convento de Margarita a San Claudio de la Colombière; y ese hombre de Dios que era jesuita, obtuvo que en la Compañía de Jesús fuera aceptada la devoción al Corazón de Jesús. Desde entonces los jesuitas la han propagado por todo el mundo.

Margarita fue nombrada Maestra de novicias. Enseñó a las novicias la devoción al Sagrado Corazón (que consiste en imitar a Jesús en su bondad y humildad y en confiar inmensamente en ÉL; en ofrecer oraciones, sufrimientos, misas y comuniones para desagraviarlo y en honrar su Santa Imagen) y aquellas jóvenes progresaron rapidísimo en santidad.

Luego enseñó a su hermano (comerciante) esta devoción y el hombre hizo admirables progresos en santidad. Los jesuitas empezaron a comprobar que en las casas donde se practicaba la devoción, las personas se volvían mucho más fervorosas.

El Corazón de Jesús le dijo: Si quieres agradarme confía en Mí. Si quieres agradarme más, confía más. Si quieres agradarme inmensamente, confía inmensamente en Mí”.

Tres armas para la Lucha

Margarita recibió del Señor tres armas necesarias en la lucha que debía emprender para lograr la Purificación y la Transformación:

1ª Arma: Una conciencia delicada y un profundo odio y dolor ante la más pequeña falta. Una vez le dijo el Señor cuando Margarita había cometido una falta: “Sabe que soy un Maestro santo y enseño la santidad. Soy puro y no puedo sufrir la más pequeña mancha. Por lo tanto, es preciso que andes en mi presencia con simplicidad de corazón en intención recta y pura. Pues no puedo sufrir el menor desvío y te daré a conocer que si el exceso de mi amor me ha movido a ser tu Maestro para enseñarte y formarte en mi manera y según mis designios, no puedo soportar las almas tibias y cobardes; y que si soy manso para sufrir tus flaquezas, no seré menos severo y exacto en corregir tus infidelidades”.

Y así confiesa Margarita, que nada era más doloroso para ella que ver a Jesús incomodado contra ella, aunque fuese de manera muy poca; y en comparación a este dolor, nada le parecían los demás dolores, correcciones y mortificaciones. Por lo tanto, acudía inmediatamente a pedir penitencia a su Superiora cuando cometía una falta, pues sabía que Jesús sólo se contentaba con las penitencias impuestas por la obediencia.

Esta arma se fundamenta en su gran deseo de amar.

2ª Arma: “La Santa Obediencia”. Lo que más severamente le reprendía Jesús a Margarita, eran sus faltas de obediencia, ya sea a sus superiores o a su Regla. La menor réplica a los superiores con señales de incomodidad o repugnancia, le es insoportable al Señor en un alma religiosa. Una vez, corrigiéndola le dijo: “Te engañas creyendo que puedes agradarme con esa clase de acciones y mortificaciones en las cuales la voluntad propia hace su elección y consigue doblegar la voluntad de las superioras. Oh, yo rechazo todo esto como fruto corrompido por el propio querer, el cual en un alma religiosa me causa horror y me gustaría más verla gozando de todas sus pequeñas comodidades por obediencia, que martirizándose con austeridades y ayunos por voluntad propia”.

3ª. Arma: “Su Santa Cruz”. La Cruz es el más precioso de todos sus regalos. Un día después que ella recibió la comunión, se hizo presente ante los ojos de ella una gran cruz, cuya extremidad no podía ver; estaba la cruz toda cubierta de flores y el Señor le dijo: "He ahí el lecho de mis castas esposas, donde te haré gustar de mi amor; poco a poco irán cayendo esas flores y sólo te quedarán las espinas ocultas ahora, a causa de tu flaqueza, las cuales te harán sentir tan vivamente sus punzadas y tendrás necesidad de toda la fuerza de mi amor para soportar el sufrimiento”.



Era de esta forma intensa y purificadora que el Señor obraba sus designios en el corazón de Margarita. Él, para desatar cada vez más de su alma el afecto a las cosas de esta tierra y sobre todo a sí misma, quiso permitir que viniese sobre ella continuas humillaciones y desprecios. Pero no dejaba por ello el Señor de suplirle todas las gracias necesarias.

En otra ocasión le dijo el Señor: “Has de querer como si no quisieras, debiendo ser tus delicias agradarme a Mí. No debes buscar algo fuera de Mí, pues de lo contrario, injuriarías a mi poder y me ofenderías gravemente ya que yo quiero ser sólo todo para ti”.

Jesús le comunicó una parte de sus terribles angustias en Getsemaní y la quiere víctima inmolada. Ella le dice a Jesús: “Nada quiero sino tu amor y tu cruz y esto me basta para ser Buena Religiosa, que es lo que deseo”.
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Revelaciones del “Corazón de Jesús”a Santa Margarita María Alacoque Vidente del Sagrado Corazón de Jesús

Primera Revelación
El 27 de diciembre de 1673, día de San Juan Apóstol, Margarita María que llevaba sólo 14 meses de profesa y con 26 años, se encontraba como de costumbre arrodillada ante el Señor en el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla. Era el momento de la primera gran revelación del Señor. Ella lo cuenta así:

“Estando yo delante del Santísimo Sacramento, me encontré toda penetrada por su divina presencia. El Señor me hizo reposar por muy largo tiempo sobre su pecho divino, en el cual me descubrió todas las maravillas de su amor y los secretos inexplicables de su Corazón Sagrado.

Él me dijo: “Mi Divino Corazón está tan apasionado de Amor a los hombres, en particular hacia ti que, no pudiendo contener en él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose de ti y se manifieste a ellos, para enriquecerlos con los preciosos dones que te estoy descubriendo, los cuales contienen las gracias santificantes y saludables necesarias para separarles del abismo de perdición. Te he elegido como un abismo de indignidad y de ignorancia a fin de que sea todo obra mía”.

Y continua Margarita: “Luego me pidió el corazón, el cual yo le suplicaba que lo tomara y lo cual hizo, poniéndome entonces en el suyo adorable, desde el cual me lo hizo ver como un pequeño átomo que se consumía en el horno encendido del suyo, de donde lo sacó como una llama encendida en forma de corazón poniéndolo a continuación en el lugar de donde lo había tomado, diciéndome al mismo tiempo: “He ahí, mi bien amada, una preciosa prenda de mi amor que encierra en tu costado una chispa de sus más vivas llamas, para que te sirva de corazón y te consumas hasta el último instante y cuyo ardor no se extinguirá ni enfriará. De tal modo te marcaré con la Sangre de mi Cruz, que te reportará más humillaciones que consuelos. Como prueba de que la gracia que te acabo de conceder no es algo imaginario, aunque he cerrado la llaga de tu costado, te quedará para siempre su dolor y, si hasta el presente sólo has tomado el nombre de esclava mía, ahora te doy el de discípula muy amada de mi Sagrado Corazón”.

Después de este favor tan grande, Margarita quedó por muchos días como abrasada toda y embriagada y tan fuera de sí que podía hablar y comer solamente haciéndose una gran violencia.

Ni siquiera podía compartir lo sucedido con su Superiora, lo cual tenía gran deseo de hacer. Tampoco podía dormir, pues la llaga cuyo dolor le era tan grato y engendraba en ella tan vivos ardores, que la consumía y la abrasaba toda.

A partir de la primera revelación, Margarita sufriría todos los primeros viernes de mes una reproducción de la misteriosa llaga del costado, cosa que le sucedería hasta su muerte. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable Corazón.

Entre estas visitas, le decía el Señor: “Busco una víctima para mi Corazón que quiera sacrificarse como hostia de inmolación en el cumplimiento de mis designios”.

En su gran humildad Margarita le presentó varias almas que, según ella corresponderían más fielmente. Pero el Señor le respondió que era ella a quien había escogido. Esto no era sino ocasión de confusión para Margarita, pues su temor era que llegasen a atribuir a ella las gracias que del Señor recibía.
Segunda Revelación
Unos dos o tres meses después de la primera aparición, se produjo la segunda revelación. Escribe Margarita: “El Divino Corazón se me presentó en un trono de llamas más brillante que el sol y transparente como el cristal, con la llaga adorable rodeado de una corona de espinas y significando las punzadas producidas por nuestros pecados y una cruz en la parte superior (...) el cual significaba que, desde los primeros instantes de su Encarnación, es decir desde que se formó el Sagrado Corazón, quedó plantado en la cruz, quedando lleno desde el primer momento, de todas las amarguras que debían producirle las humillaciones, la pobreza, el dolor y el menosprecio que su Sagrada Humanidad iba a sufrir durante todo el curso de su vida y en Su Santa Pasión.”

Y continúa Margarita: “Me hizo ver que el ardiente deseo que tenía de ser amado por los hombres y apartarlos del camino de la perdición, en el que los precipita Satanás en gran número, le había hecho formar el designio de manifestar su Corazón a los hombres, con todo los tesoros de amor, de misericordia, de gracias, de santificación y de salvación que contiene, a fin de que cuantos quieran rendirle y procurarle todo el amor, el honor y la gloria que puedan, queden enriquecidos abundante y profusamente con los divinos tesoros del Corazón de Dios, cuya fuente es, al que se ha de honrar bajo la figura de su Corazón de carne, cuya imagen quería ver expuesta y llevada por mi sobre el corazón, para grabar en el su amor y llenarlo de los dones de que está repleto y para destruir en él todos los movimientos desordenados.

Que esparciría sus gracias y bendiciones por dondequiera que estuviere expuesta su santa imagen para tributarle honores y que tal bendición sería como un último esfuerzo de su amor, deseoso de favorecer a los hombres en estos últimos siglos de la Redención amorosa a fin de apartarlos del imperio de Satanás, al que pretende arruinar, para ponernos en la dulce libertad del imperio de su amor, que quiere restablecer en el corazón de todos los que se decidan a abrazar esta devoción”.

En esta segunda gran revelación, Nuestro Señor empezó a descubrir sus intenciones y formular sus promesas. La imagen del Sagrado Corazón de Cristo es el símbolo de su ardiente amor hacia nosotros, el cual había entregado sin condiciones y el Señor quería que esta imagen se expusiese en las casas o llevase sobre el pecho en forma de Medalla, ofreciendo así promesas de gracias y bendiciones a quienes lo veneraran. Pero por el momento Margarita no podía decir algo de lo que había visto, pues no había llegado la hora. Estas revelaciones tendrían que pasar primero por muchos exámenes y sufrir mucha oposición y Jesús tenía mucho más que revelar al mundo por medio de ella.
Tercera Revelación
Primer viernes de Junio de 1674, fiesta del Corpus Christi.

Escribe Margarita: “Se hallaba expuesto el Santísimo Sacramento, después de sentirme retirada en mi interior por un recogimiento extraordinario de todos mis sentidos y potencias, Jesucristo mi Amado se presentó delante de mí, todo resplandeciente de Gloria, con sus cinco llagas brillantes, como cinco soles y despidiendo de su sagrada humanidad rayos de luz de todas partes, pero sobre todo, de su adorable pecho, que parecía un horno encendido; y habiéndose abierto, me descubrió su amante y amable Corazón”.

Entonces Jesús le explicó las maravillas de su puro amor y hasta que exceso había llegado su amor para con los hombres de quienes no recibía sino ingratitudes. Esta aparición es más brillante que las demás. Amante apasionado, se queja del desamor de los suyos y así divino mendigo, nos tiende la mano el Señor para solicitar nuestro amor.

Jesús le dirige las siguientes peticiones:
• Comulgarás tantas veces cuanto la obediencia quiera permitírtelo.
• Jueves o viernes haré que participes de aquella mortal tristeza que te reducirá a una especie de agonía más difícil de sufrir que la muerte.
• Te levantaré de 11 a 12 de la noche para postrarte una hora conmigo, el rostro en el suelo.

“Eso - le dice Jesús a Margarita - fue lo que más me dolió de todo cuanto sufrí en mi Pasión, mientras que si me correspondiesen con algo de amor, tendría por poco todo lo que hice por ellos y de poder ser aún, habría querido hacer más. Más sólo frialdades y desaires tienen para todo mi afán en procurarles el bien. Al menos dame tú el gusto de suplir su ingratitud de todo cuanto te sea dado conforme a tus posibilidades”.

Ante estas palabras, Margarita sólo podía expresarle al Señor su impotencia; Él le replicó: “Toma, ahí tienes con qué suplir cuanto te falle”. Y del Corazón abierto de Jesús, salió una llamarada tan ardiente que pensó que la iba a consumir, pues quedó muy penetrada y no podía ella aguantarlo, por lo que le pidió que tuviese compasión de su debilidad. Él le respondió: “Yo seré fortaleza, nada temas, sólo has de estar atenta a mi voz y a lo que exija de ti con el fin de prepararte para la realización de mis designios”.

Entonces el Señor le describió a Margarita exactamente de qué forma se iba a realizar la práctica de la devoción a su Corazón, junto con su propósito, que era la reparación.

Finalmente Jesús mismo le avisa sobre las tentaciones que el demonio levantará para hacerla caer: “Primeramente me recibirás en el Santísimo Sacramento tanto como la obediencia tenga a bien permitírtelo; algunas mortificaciones y humillaciones por ello habrán de producirse y que recibirás como gajes de mi amor. Comulgarás además todos los primeros viernes de mes y en la noche del jueves al viernes, te haré partícipe de la mortal tristeza que quise sentir en el Huerto de los Olivos, cuya tristeza te reducirá, sin que logres comprenderlo, a una especie de agonía más difícil de soportar que la muerte.

Para acompañarme en la humilde plegaria que le elevé entonces a mi Padre, en medio de todas tus angustias, te levantarás entre las 11 y las 12 de la noche para postrarte conmigo durante una hora con la cara al suelo, tanto para apaciguar la cólera divina, pidiendo por los pecadores, como para endulzar de algún modo, la amargura que sentía por el abandono de mis apóstoles, lo cual me llevó a reprocharles que no habían podido velar una hora conmigo. Durante esa hora harás lo que te diga. Pero oye hija mía, no creas a la ligera en todo espíritu, ni te fíes, porque Satanás estará rabiando por engañarte. Por eso, no hagas nada sin permiso de los que te guían, a fin de que, contando con la autoridad de la obediencia, él no pueda engañarte, ya que no tiene poder alguno sobre los obedientes”.

Duras pruebas le esperan a Margarita

Después de la aparición, Margarita sintiéndose que ella estaba fuera de sí y no sabiendo donde estaba, le faltaron las fuerzas y cayó desmayada. Sus hermanas viéndola en tal condición, la levantaron y la llevaron donde la Madre Superiora. Ella viendo que Margarita no podía hablar, ni aún sostenerse, arrodillada ante sus pies, la mortificó y la humilló con todas sus fuerzas y cuando Margarita le respondió a su pregunta de lo sucedido, contándole todo cuanto había pasado, recargó sobre ella nuevas humillaciones y no le concedió nada de cuanto decía que el Señor le mandaba hacer, mas bien, lo acogió con desprecio.

El fuego que devoraba a Margarita por dentro a causa de las revelaciones, le ocasionó una fiebre continua. Ante esta misteriosa enfermedad, la Madre Superiora no podía sino sentir miedo y por tanto le dijo a Margarita: “Pida a Dios su curación, de esta forma sabré si todo viene del Espíritu del Señor”.

Margarita obedeciendo esta orden, le expuso todo cuanto le pedía el Señor a su Superiora, lo cual, no tardó en restablecerse por completo en su salud por las manos de la Virgen Santísima; y así consiguió Margarita el poder cumplir lo que Dios le pedía.

Pero viendo la Madre Superiora que continuaban las visiones y no sabiendo que más hacer para asegurarse de su veracidad, decide consultar a los teólogos. Ella creyó que debía obligarla a romper el profundo silencio que hasta entonces había observado con el fin de hablar del asunto con personas de doctrina.

Compareció pues Margarita ante estos personajes y haciéndose gran violencia para sobrepasar su extremada timidez, les contó todo lo sucedido. Mas Dios permitió que algunos de los consultados no conocieran la verdad de las revelaciones. Condenaron el gran atractivo que tenía Margarita por la oración y la tildaron de visionaria, prohibiéndole seguir con sus inspiraciones. Hasta uno de ellos llegó a aconsejar: “procuren que esta hija se alimente bastante y todo irá mejor”. “Se me empezó a decir - cuenta Margarita- que el diablo era el autor de cuanto sucedía en mí y que me perdería si no ponían muy en guardia en contra de sus engaños e ilusiones”.

Para Margarita todo esto fue motivo de gran sufrimiento. No por razón del rechazo o porque pensaban mal de ella, sino por el conflicto interno que le causaba. Llegó a pensar que ella estaba en el error, pero por más que trataba de resistir las atracciones de Dios, no lo lograba. Se sentía profundamente abandonada, puesto que se le aseguraba que no la guiaba el Espíritu de Dios y sin embargo, no lo podía resistir.

Cada vez era mayor la oposición aún dentro del convento contra Margarita. Había significativos movimientos de cabeza, miradas reprobatorias y muecas. Algunas pensaban que era visionaria. Venía a ser como la personificación de todo un escuadrón de demonios, un peligro evidente y una gran amenaza para todas. Llegó hasta tal punto la situación, que las hermanas empezaban a rociarla con agua bendita cuando pasaba.

El Gran Triunfo

El Señor le había prometido a Margarita que su obra triunfaría a pesar de todos los obstáculos. Esta promesa empezó a cumplirse cuando, a los primeros días de febrero de 1675, le envió al jesuita Padre Claudio Colombière. En cuanto este santo sacerdote habló con Margarita, pudo ver su santidad y creyó en sus revelaciones, lo cual comunicó inmediatamente a la Madre Superiora. Ante el juicio del Padre Claudio, quien era reconocido por su sabiduría y santidad, la Madre pudo por fin descansar y le ordenó a Margarita que le contase todo al Padre Colombière.
Cuarta Revelación
Fue bajo esta nueva aceptación que se dio la cuarta y última revelación que se puede considerar como la más importante. El Señor quería establecer en la Iglesia una fiesta litúrgica en honor del Sagrado Corazón de Jesús.

Sucedió esta revelación en el curso de la octava del Corpus Christi del año 1675, o sea entre el 13 y el 20 de junio. Cuenta Margarita: "Estando ante el Santísimo Sacramento un día de su octava y queriendo tributarle amor por su tan gran amor, me dijo el Señor: “No puedes tributarme ninguno mayor que haciendo lo que tantas veces te he pedido ya”.

Entonces, el Señor le descubrió su Corazón y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres y que no ha ahorrado nada hasta el extremo de agotarse y consumirse para testimoniarles su amor. Y, en compensación, sólo recibe de la mayoría de ellos, ingratitudes por medio de sus irreverencias y sacrilegios, así como de las frialdades y menosprecios que tienen para conmigo en este Sacramento de Amor. Pero lo que más me duele es que se porten así los corazones que se me han consagrado. Por eso te pido que el primer viernes después de la octava del Corpus se celebre una fiesta especial para honrar a mi Corazón y que se comulgue dicho día para pedirle perdón y reparar los ultrajes por él recibidos durante el tiempo que ha permanecido expuesto en los altares. También te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir en abundancia las influencias de su divino amor sobre quienes le hagan ese honor y procuren que se le tribute”.

El Padre Colombière le ordenó a Margarita que cumpliese plenamente la voluntad del Señor. Y que también escribiese todo lo que le había revelado. Margarita obedeció a todo lo que se le pidió, pues su más grande deseo era que se llegase a cumplir los designios del Señor.

Pasarían más de diez años antes que se llegase a instituir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el monasterio de La Visitación. Serían diez años muy duros para Margarita. La Madre Superiora que por fin llegó a creer en ella, fue trasladada a otro monasterio; pero antes de irse, ordena a Margarita a que relatara ante toda la comunidad todo cuanto el Señor le había revelado. Ella accedió sólo en nombre de la santa obediencia y les comunicó a todas lo que el Señor le había revelado incluyendo los castigos que Él haría caer sobre la comunidad y sobre ellas. Y cuando todos enfurecidos empezaron a hablarle duramente, Margarita se mantuvo callada, aguantando en humildad todo cuanto le decían.

Al día siguiente, la mayoría de las monjas sintiéndose culpables de lo que habían hecho, acudían a la confesión. Margarita
entonces oyó que el Señor le decía que ese día por fin llegaba la paz de nuevo al monasterio y que por su gran sufrimiento, su Divina Justicia había sido aplacada.

En contra de su voluntad, Margarita fue asignada como maestra de novicias y asistente a la superiora. Esto llegó a ser parte del plan del Señor para que por fin se empezara a abrazar la devoción del Sagrado Corazón de Jesús. Sin embargo Margarita nunca llegó a ver durante su vida en la tierra el pleno reconocimiento de esta devoción.

En la tarde del 17 de octubre de 1690, habiendo Margarita indicado previamente como el día de su muerte, encomendó su alma a su Señor, quien ella había amado con todo su corazón. La Santa tenía 43 años de edad y 18 años de profesión religiosa. Pasaron solo tres años después de su muerte cuando el Papa Inocencio XIII empezó un movimiento que abriría las puertas a esta devoción. Proclamó una bula papal dando indulgencias a todos los monasterios Visitantinos, que resultó en la institución de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en la mayoría de los monasterios. En 1765 el Papa Clemente XIII introdujo la fiesta en Roma y en 1856 el Papa Pío IX extendió la fiesta a toda la Iglesia; finalmente en 1920, Margarita fue elevada a los altares por el Papa Benedicto XV.
Los tres ardientes deseos de Santa Margarita María

► Deseo de amar a Dios y recibir la santa comunión
► Deseo de padecer. A consecuencia del deseo de amar, quería dar su vida, puesto que no tenía nada más que dar
► Deseo de morir, así podría unirse con su gran Amor. Pero se conformaba con vivir hasta el día del Juicio, si esto era la
voluntad de Dios. Esta separación le dolía más que mil muertes.

Santa Margarita era muy sensible, era tímida, juiciosa y discreta, de buen espíritu, temperamento constante, corazón caritativo hasta lo imposible. Tenía poca educación formal y sin embargo una profunda sabiduría sobre las verdades sobrenaturales. Tenía un gran juicio y valentía para ser fiel a la verdad. Sabía perdonar de corazón. Las más humillantes persecuciones que soportó quedaron para siempre sepultadas hasta llegar a ser extremadamente atenta para cuantos la hicieron sufrir. Inmolaba su ser continuamente por amor en adoración y anonadamiento.
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SAN CLAUDIO DE LA COLOMBIÈRE

San Claudio de la Colombière, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Santa Margarita en el convento de Paray-le- Monial, Francia. Gracias a su apoyo, la Superiora de Margarita llegó también a creerla. La devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse. San Claudio no sólo creyó sino que, en adelante dedicó su vida a propagar la devoción, siempre unido espiritualmente a Santa Margarita en cuyo discernimiento confiaba plenamente.

Sacerdote santo y sabio que supo discernir muy bien la auténtica intervención divina en el alma de Santa Margarita, a pesar que hasta entonces todos los teólogos y las religiosas la despreciaban y hasta algunos la tenían por posesa.

Se dice que cuando Claudio entró a la Compañía de Jesús, era mas bien robusto, de carácter muy alegre, de elevados ideales, prudente y agradable. La vida religiosa no hizo sino desarrollar sus dones naturales. Su inteligencia innata se acostumbró a los juicios agudos y certeros; también amaba las bellas artes y sostuvo una correspondencia con Oliverio PATRU, miembro de la Academia Francesa, quien alababa mucho sus escritos.

Dos meses después de haber hecho la profesión solemne, en febrero de 1675, Claudio fue nombrado superior del colegio de Paray-le-Monial. Por una parte, era un honor excepcional confiar a un joven profeso el gobierno de una casa; pero por otra parte, la pequeña comunidad de Paray, que sólo tenía 4 o 5 padres, era insignificante para las grandes dotes de Claudio.

En realidad se trataba de un designio de Dios para ponerle en contacto con un alma que necesitaba de su ayuda: Margarita María Alacoque. Dicha religiosa se hallaba en un período de perplejidad y sufrimientos, debido a las extraordinarias revelaciones de que la había hecho objeto el Sagrado Corazón, cada día más claras e íntimas. Siguiendo las indicaciones de su superiora, la madre de Saumaise, Margarita se había confiado a un sacerdote muy erudito, pero que carecía de conocimientos de mística. El sacerdote dictaminó que Margarita era víctima de los engaños del demonio, cosa que acabó de desconcertar a la santa.

Movido por las oraciones de Margarita, Dios le envió a su fiel siervo y perfecto amigo: Claudio de la Colombière. El Padre La Colombière fue en una ocasión a predicar a la comunidad de La Visitación. “Mientras él nos hablaba -escribió Margarita- oí en mi corazón estas palabras: “He aquí el que te he enviado”.

Desde la primera vez que Margarita fue a confesarse con él, éste la trató como si estuviera al tanto de lo que le sucedía. La santa sintió una repugnancia enorme a abrirle su corazón y no lo hizo, a pesar de que estaba convencida de que la voluntad de Dios era que se confiase al santo. En la siguiente confesión, el Padre le dijo estar muy contento de ser para ella una ocasión de vencerse y, “en seguida” dice Margarita y sin hacerme el menor daño, puso al descubierto cuanto de bueno y de malo había en mi corazón, me consoló mucho y me exhortó a no tener miedo a los caminos del Señor, con tal de que permaneciese obediente a mis superiores, reiterándome a entregarme totalmente a Dios, para que Él me tratase como quisiera. El Padre me enseñó a apreciar los dones de Dios y a recibir sus comunicaciones con fe y humildad”. Este fue el gran servicio del Padre La Colombière a Margarita María. Por otra parte, el santo trabajó incansablemente en la propagación de la devoción al Sagrado Corazón, pues veía en ella el mejor antídoto contra el jansenismo.

Testimonio ante la persecución

El santo no tuvo mucho tiempo en Paray porque su siguiente ocupación fue muy diferente. Por recomendación del P. La Chaize, que era el confesor de Luis XIV, sus superiores le enviaron a Londres como predicador de María Beatriz D’Este, duquesa de Cork.

El santo predicó en Inglaterra con el ejemplo y la palabra. El amor al Sagrado Corazón era su tema favorito. El proceso de beatificación habla de su apostolado en Inglaterra y de los numerosos protestantes que convirtió. La posición de los católicos en aquel país era extremadamente difícil debido a la gran hostilidad que había contra ellos. En la corte se formó un movimiento para excluir al Duque de Cork, que se había convertido al catolicismo, de la sucesión a la Corona sustituyéndole por el príncipe de Orange o algún otro candidato. El infante Titus Oates y sus secuaces inventaron la historia de un “complot de los papistas” en el que el Padre La Colombière se hallaría complicado con el resto de los católicos. El complot tenía por objeto según los calumniadores, el asesinato del Rey Carlos II y la destrucción de la Iglesia de Inglaterra. Claudio fue acusado de ejercer los ministerios sacerdotales y de haber convertido a muchos protestantes. Aunque fue hecho prisionero, la intervención de Luis XIV impidió que se sellase su vida con el martirio y el santo fue simplemente desterrado de ese país.

La prisión había acabado con su débil salud. A su retorno a Francia en 1679, el santo ya estaba mortalmente enfermo; aunque en algunas temporadas se rehacía un poco y podía ejercer los ministerios sacerdotales, una enfermedad de los riñones no le dejaba reposo. Sus superiores pensaron que los aires del campo podrían ayudarle a recobrar la salud y lo enviaron a Lyón y a Paray.

Durante una de sus visitas a ésta última ciudad, Margarita María le avisó que él moriría ahí. El P. Claudio llega a Paray en abril de 1681, enviado por los médicos en busca de la salud que le negaban otros climas; así hubo comunicación entre él y la Hermana Margarita. Hablando de los ardores de sus almas y proyectos apostólicos a favor del Sagrado Corazón. Aquí se agravó la enfermedad del P. Claudio y estaba listo para ir a otros climas, pero Santa Margarita avisa que si le era posible sin faltar a la obediencia, se quedara en Paray; y le envía este mensaje: “Él me ha dicho que quiere aquí el sacrificio de vuestra vida”. Con tan categórica afirmación, deshizo todos los preparativos del viaje.

En efecto, después de haber dado maravilloso ejemplo de humilde y paciencia, Claudio de la Colombière entregó su alma a Dios al atardecer del 15 de febrero de 1682. Al día siguiente Santa Margarita María recibió el aviso del cielo de que Claudio se hallaba ya en la gloria y no necesitaba de oraciones. Así escribió a una persona devota del querido difunto: “Cesad en vuestra aflicción. Invocadle. Nada temáis. Ahora tiene más poder que nunca para socorrernos”.

El Padre Claudio fue beatificado en 1929 y Su Santidad Juan Pablo II lo declaró Santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

EL DETENTE DEL SAGRADO CORAZÓN


El “Detente” del
Sagrado Corazón de Jesús
Una devoción más actual y necesaria que nunca para obtener de Dios, por mediación de María Santísima, aquello que hace 2000 años todos los verdaderos cristianos piden cuando rezan:
“Venga a nosotros Tu Reino, hágase Tu voluntad así
en la Tierra como en el Cielo
Apesar de todas las ofensas contra Aquél que murió por nosotros, la inagotable misericordia de Dios nunca nos abandona. Jamás deja de concedernos las gracias para que nos arrepintamos de nuestros pecados. Pero es necesario reparar el pecado cometido, hacer un firme propósito de observar los Mandamientos y llevar una vida virtuosa para alcanzar la salvación eterna.

Para eso, sin duda, una de las mayores gracias es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús. De ese adorable Corazón, traspasado por la lanza de Longinos, brotó sangre y agua en lo alto del Calvario, para salvarnos (cfr. Juan 19, 34). De ese adorable Corazón, aún en nuestros días, y a pesar de nuestras ingratitudes, tibiezas y desprecios, las gracias brotan abun dantes para todos aquellos que sinceramente las desean. Basta pedirlas con toda confianza.
“Donde más abundó el pecado, ha sobreabundado también la gracia” (Rom 5,20)
Hace más de 300 años, el Sagrado Corazón de Jesús se manifestó a una privile-giadísima monja del convento de la Visitación de Santa María, en Paray-le-Monial (Borgoña, Francia), Santa Margarita María Alacoque (1647-1690).

Estaba rezando delante del Santísimo Sacramento, el 16 de Junio de 1675, cuando Nuestro Señor se le apareció. Después de un breve diálogo, Él apuntó a su pecho, señalando su propio Corazón y dijo:
“Aquí está el Corazón que tanto amó a los hombres, que no ahorró nada hasta agotarse y consumirse, para darles testimonio de Su amor, y, en reconocimiento, no recibe de la mayor parte de ellos sino ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y por las indiferencias y desprecios que tienen hacia Mí en el Sacramento del amor. Pero que me es aún más penoso en corazones que me están consagrados y actúan así.

“Por eso, Yo te pido que el primer viernes después de la octava del Santísimo Sacramento se dedique una fiesta especial para honrar Mi Corazón, comulgando en este día y haciendo un acto de reparación, en satisfacción de las ofensas recibidas durante el tiempo que estuve expuesto en los altares. Yo te prometo también que Mi Corazón se dilatará para distribuir con abundancia las influencias de su divino amor sobre aquellos que le presten culto y que procuren que le sea prestado”. 1

El mensaje conserva toda actualidad, a pesar del paulatino olvido en que ha ido cayendo. El Beato Papa Pío IX (1846-1878) fue enfático al expresar su firme esperanza en esa devoción en comentario hecho al P. Julio Chevalier, fundador de los Misioneros del Corazón de Jesús:

"La Iglesia y la sociedad no tienen otra esperanza sino en el Sagrado Corazón de Jesús, es Él quien curará todos nuestros males. Pregonad y difundid por todas partes la devoción al Sagrado Corazón, ella será la salvación del mundo”.2


Vitral que representa la aparición de Nuestro Señor a Santa Margarita
María Alacoque en 1675
Poderosa protección que viene del Cielo
Entre varias y magníficas promesas de ese adorable Corazón, “Cruzada” ofrece hoy a sus lectores una no tan difundida como sería de desear: la devoción al Detente, el Escudo del Sagrado Corazón de Jesús.

Esa práctica piadosa, otrora muy difundida entre los católicos, es un modo simple, pero espléndido, de manifestar permanentemente nuestra gratitud y amor al Sagrado Corazón, víctima de nuestros pecados. Y al mismo tiempo, recibimos de Él innumerables beneficios y una protección extraordinaria.

Es un poderoso Escudo que la Divina Providencia colocó a nuestra disposición, a fin de protegernos contra los más diversos peligros que enfrentamos todos los días. Para eso, basta llevarlo consigo, sin necesidad de hacerlo bendecir, pues el Beato Papa Pío IX extendió su bendición a todos los Detentes –como más adelante veremos.

El Detente, el Escudo del Sagrado Corazón de Jesús es un emblema con la imagen del Sagrado Corazón y la divisa: ¡Detente! El Corazón de Jesús está conmigo. ¡Venga a nosotros Tu Reino!

El uso del Detente es un medio de expresar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús; señal de nuestra confianza en su protección contra las celadas del demonio y los peligros de todo orden.

Además, el Detente nos ayuda a recordar continuamente las promesas del Sagrado Corazón de Jesús; es un símbolo de nuestra total confianza en la protección divina, una señal de nuestra permanente súplica y fidelidad a Nuestro Señor y un pedido de que Él haga nuestros corazones semejantes al suyo.
Origen del Escudo del Sagrado Corazón de Jesús
Santa Margarita Maria Alacoque –como cuenta en una carta dirigida a su Superiora, la Madre Saumaise el 2 de marzo de 1686– transcribe un deseo que le fue revelado por Nuestro Señor: “Él desea que usted mande hacer unos escudos con la imagen de Su Sagrado Corazón, a fin de que todos aquellos que quieran ofrecerle un homenaje, los coloquen en sus casas; y otros más pequeños, para que las personas los lleven consigo”3. Nacía, así, la costumbre de portar esos pequeños escudos.

Esta santa devota del Detente lo llevaba siempre consigo e invitaba a sus novicias a que hicieran lo mismo. Confeccionó muchas de esas imágenes y decía que su uso era muy agradable al Sagrado Corazón.

La autorización para tal práctica, concedida al principio solamente a los conventos de la Visitación, fue más difundida por la Venerable Ana Magdalena Rémuzat (1696-1730). A esa religiosa, también de la Orden de la Visitación, fallecida en alto concepto de santidad, Nuestro Señor le hizo saber anticipadamente el daño que causaría una grave epidemia en la ciudad fran cesa de Marsella, en 1720, así como el maravilloso auxilio que los marselleses recibirían con la devoción a Su Sagrado Corazón. La referida visitandina hizo, con la ayuda de sus hermanas de hábito, millares de esos Detentes del Sagrado Corazón y los repartió por toda la ciudad donde se propagaba la peste.

La historia registra que, poco después, la epidemia cesó como por milagro. No contagió a muchos de aquellos que portaban el Detente y las personas contagiadas obtuvieron un auxi lio extraordinario con esta devoción. En otras localidades ocurrieron hechos análogos. A partir de entonces, la costumbre se extendió por otras ciudades y países.4


El Detente del Sagrado Corazón de Jesús es un blasón
y al mismo tiempo una armadura. Héroes católicos
lo usaron durante las batallas, como los requetés
españoles durante la guerra civil de 1936.
Escudo distintivo de los contra-revolucionarios
En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias par el mundo entero, un flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución Francesa.

En ese período, los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo Corazón de Jesús, y muchos sacerdotes, nobles y el común de la gente que resistieron a la sanguinaria Revolución anticatólica llevaban el Detente protector.

Entre las pertenencias de la Reina María Antonieta, guillotinada por el odio revolucionario, encontraron un dibujo del Sagrado Corazón, con la llaga, la cruz y la corona de espinas y las palabras: “Sagrado Corazón de Jesús, ¡Ten misericordia de nosotros!” 5
Otra Reina de Francia, también devota del Detente, fue María Leszczynska. En 1748 recibió como presente, del Papa Benedicto XIV, varios Detentes del Sagrado Corazón, en ocasión de su casamiento con el Rey Luis XV. 6
Heroísmo de los devotos del Sagrado Corazón de Jesús


Muchos opositores al régimen de Fidel Castro fueron fusilados
en el paredón gritando “Viva Cristo Rey!”
En la región de Mayenne (oeste de Francia), los Chouans –heroicos resistentes católicos, que enfrentaron con bravura y ardor religioso a los revolucionarios franceses de 1789– bordaban en sus trajes y banderas el Detente del Sagrado Corazón de Jesús. Era como un blasón y, al mismo tiempo, una armadura: “blasón” usado para reafirmar su Fe católica; “ar madura” para defenderse contra las embestidas adversarias.
También ostentaron el Detente como “armadura espiritual” muchos otros líderes y héroes católicos que murieron o lucharon en defensa de la Santa Iglesia, como los bravos campesinos seguidores del aguerrido tirolés Andreas Hofer (1767-1810), conocido como “el Chouan del Tirol”. Lo hicieron para protegerse en las luchas contra las tropas napoleónicas que invadieron el Tirol.

Más recientemente, los católicos cubanos que no se dejaron subyugar por el régimen comunista tenían especial devoción al Sagrado Corazón de Jesús. Prisioneros y llevados al “paredón” (en donde eran umariamente fusilados), enfrentaron a los verdugos fidelcastristas gritando “¡Viva Cristo Rey!” –siguiendo el ejemplo de sus hermanos en el ideal católico, los Cristeros de México, también martirizados por odio a la Fe, a comienzos del siglo XX.


A la milicianos de izquierda fusilan la imagen
del Sagrado Corazón de Jesús en el
Cerro de los Ángeles (1936)
En la antigua Perla de las Antillas (la actual Isla Prisión) antes de ser esclavizada por la tiranía de Fidel Castro, había muchas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús en sus arboladas plazas. Pero después de la domina ción comunista, las bellas estatuas del Sagrado Corazón de Jesús fueran derribadas y –asómbrese el lector– substituidas por otras del Che Guevara... La figura del guerrillero que tenía sus manos teñidas de sangre inocente, del revolucionario que hizo correr un río de sangre en varios países latino-americanos, ¡colocada en lugar de la imagen del Sagrado Corazón, que representaba la misericordia divina y el perdón!
El Escudo en ocasiones de gran peligro
En nuestros tiempos en que, debido a la violencia avasalladora y generalizada, los peligros nos amenazan por todas partes, el uso del Detente del Sagrado Corazón de Jesús es de primordial importancia. Llevándolo consigo –también puede colocarse en nuestra casa, junto al material escolar de nuestros hijos, en el automóvil, en el trabajo, sobre la cabecera de un enfermo, etc– estaremos repitiendo en el interior de nuestras almas, lo que dice el Apóstol San Pablo: “Si Dios está por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Rom 8, 31). No hay peligro de que Él no pueda librarnos. Y hasta en medio de las dificultades que la Pro videncia envíe para probarnos, tendremos confianza en la protección divina, que nunca abandona a quienes recurren pidiéndole amparo y protección.
Evidentemente, si nuestro pedido de auxilio es por medio de la Santísima Madre de nuestro Divino Redentor, Él nos oirá con mucho más agrado y nos atenderá más rápidamente: la ha constituido en Medianera de todas las Gracias y, al darnos por Madre a su propia Madre, nos manifestó una prueba mayor de amor.
Sagrado Corazón de Jesús, ¡en Ti la Patria espera!
Sagrado Corazón de Jesús y María, ¡sed nuestra salvación!
En este difícil y caótico momento histórico, tan cargado de calamidades de todo orden, mirad a nuestra Patria que nació católica e infundid profundamente en los corazones de vuestros queridos hijos argentinos el deseo ardiente de ser verdaderamente fieles al compromiso bautismal y, como soldados de Cristo, batallar con firmeza para que “Venga a nosotros vuestro Reino”.
Cristo Jesús: en Tí la Patria espera,
Gloria buscando con intenso ardor,
Guíala Tú, bendice su bandera,
Dando a su faz, magnífico esplendor.
Salve Divino foco de amor.
Salve al Pueblo Argentino
Escucha su clamor
Salve al Pueblo Argentino,
Sagrado Corazón.
Dulce Jesús: poblados y desiertos
Piden, al par, tu sacra bendición;
Duerman en paz nuestros queridos muertos.
¡Salva al hogar, la patria y religión!
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